El artista leonés Alfredo Omaña protagoniza la XIX edición de 'El Hall Transformado' de la Facultad de Filosofía y Letras

El hall de la Facultad de Filosofía y Letras acoge durante este mes, la XIX edición de ‘El Hall Transformado’, en la que participa el artista leonés afincado en Salamanca, Alfredo Omaña con una intervención espacial presentada bajo el título ‘El jardín encendido’.  La propuesta de este artista convertirá figuradamente el vestíbulo de la Facultad de Filosofía y Letras en una gran pradera, cuyo concepto arquitectónico ha sido ejecutado mediante la cuidadosa yuxtaposición de hileras longitudinales de césped natural hasta obtener una tupida alfombra verde que ocupa unos 300 m2.

La obra de Alfredo Omaña supone el primer proyecto que opera a partir de la acción directa de materias primas naturales insertadas en el interior del hall. “La introducción en el interior de un edificio arquitectónico concebido como abstracción funcionalista de un elemento material como el césped, ajeno a su lógica estructural y operativa y asociado cotidianamente con el perímetro exterior a sus cerramientos, modifica sustancialmente los paradigmas perceptivos y las respuestas emocionales proyectadas hacia el espacio representado en su estado habitual”, explica Roberto Castrillo, comisario del proyecto y profesor de Historia del Arte de la ULE.

‘El jardín encendido’ es una instalación con carácter de intervención-transformación de un espacio al que se le ha incorporado sonido. Para ello –según explica Alfredo Omaña en su blog- ha utilizado tres materiales: plástico, arena y césped natural. “Formalmente lo que se ha hecho es cubrir con hierba todo el suelo del hall,  y ya que la particularidad de este espacio permite contemplar y recorrer perimetralmente el trabajo desde los pisos superiores, nos lleva a tener una perspectiva aérea o vista de pájaro del conjunto y es entonces cuando podemos ver que en el centro de la instalación aparece escrita con hierba segada la palabra ON. Este recorrido perimetral hace que dependiendo del lugar en el que te sitúes puedes leer ON o NO”. El sonido que completa la composición y se escucha es el de cantos de pájaros como el ruiseñor, la alondra y el mirlo.

El uso del césped u otros materiales orgánicos como flores o frutas ha sido frecuente en numerosas obras de Alfredo Omaña, mediante la fusión de estas materias con objetos de uso cotidiano relacionados con el reposo físico y mental como sillas, mesas o camas.

Roberto Castrillo explica en un artículo literario de presentación del evento, que en esta conjunción y ante la ausencia de la presencia humana, las materias vivas actúan “como huella silenciosa e incluso decrépita en cuyo interior emergen y se desarrollan unos organismos que van ocupando ámbitos de los que han sido conscientemente desplazados por la técnica del hombre. De los restos físicos de una materia muerta surge una nueva realidad cuyo proceso biológico puede derivar tanto en su descomposición por abandono como en su florecimiento a través del cuidado y la atención recuperadas hacia objetos hasta entonces caídos en el desuso”.

Estos trabajos objetuales de Alfredo Omaña son el punto de partida de esta instalación, en la que el mismo edificio “se convierte en soporte de un jardín literalmente plantado en su superficie y cuya dimensión trasciende la relación específica con un objeto concreto para expandirse hacia el funcionamiento y el significado del espacio en que se sitúa. Desde una lectura metafórica, la obra hace retornar a la arquitectura a sus hipotéticos orígenes naturales, a su esencialidad primigenia, tal y como formularon algunos teóricos de esta disciplina a partir del siglo XVIII en su búsqueda del futuro en el pasado más remoto de un hombre primitivo relacionado de forma inmanente con el medio natural. Pero también la arquitectura se vuelve efímeramente transparente, eliminando la contraposición entre espacio interior y espacio exterior. El aislamiento proporcionado por los cerramientos arquitectónicos queda subvertido y el espacio de contemplación que suele ser el paisaje pasa a formar parte del discurso interno del edificio”.