INBIOTEC participa en un proyecto europeo que desarrollará un producto para evitar la corrosión en estructuras metálicas.

El Instituto de Biotecnología de la Universidad de León, INBIOTEC, participa en un proyecto europeo que tiene como objetivo desarrollar un producto biotecnológico que evite la corrosión de estructuras metálicas de todo tipo, desde puentes a tuberías subterráneas. Nueve socios, entre los que se encuentran empresas y centros de investigación de seis países de Europa (España, Alemania, Grecia, Italia, Eslovenia y Países Bajos), forman parte de esta iniciativa denominada BIOCORIN. Nuevos recubrimientos para inhibir la corrosión en superficies metálicas, que está liderada por la compañía española Acciona Infraestructuras y que se propone emplear microorganismos protectores frente a otros que generan el deterioro.

Para llevar a cabo el mantenimiento de las estructuras metálicas, hoy en día se emplean pinturas que contienen biocidas que generan contaminación tanto en su elaboración como en su uso y cuya duración no resulta muy rentable. Por eso, el propósito de este trabajo financiado dentro del VII Programa Marco de la Unión Europea, es “usar alternativas más sostenibles económica y medioambientalmente con respecto a las actuales tecnologías”, tal y como explica a la Agencia DICYT el investigador de INBIOTEC Ricardo Vicente Ullán.

En buena medida, el deterioro puede estar provocado por bacterias, levaduras y hongos, así que la idea es encontrar otros microorganismos antagonistas que puedan combatirlos, sustituyendo a los compuestos químicos que se utilizan en la actualidad. Los microorganismos que inducen la corrosión (MIC para los especialistas) “se adhieren a la superficie metálica y secretan compuestos que aceleran el proceso de corrosión”, explica. Generalmente, forman una cubierta y a su acción, principalmente en ambientes marinos, se suman la de ciertos invertebrados hasta que acaban por corromper cualquier estructura que tenga elementos metálicos.

El papel de INBIOTEC en este proyecto se centra, precisamente, en la identificación de los microorganismos, tanto de los que dañan las infraestructuras, como los que podrían ser seleccionados para combatirlos. Los científicos ya tienen algunas pistas “Estamos en una fase de estudio, pero ya hay cierta bibliografía al respecto”, comenta el investigador.

El centro tecnológico de León ha recibido muestras metálicas corroídas en condiciones climáticas muy diferentes para analizar los microorganismos que han intervenido en dicho proceso de corrosión. El objetivo es estudiar superficies deterioradas en los climas mediterráneo, atlántico, continental y oceánico a partir de los materiales que llegarán desde localizaciones muy diversas, “desde Madrid a Galicia y desde Italia al Mar del Norte”.

ANÁLISIS DE MUESTRAS

A partir del análisis de todas las muestras recibidas, “estudiaremos qué poblaciones microbianas existen y qué efectos tienen sobre las superficies metálicas, desde los que causen daños más leves a los más extremos”, explica Ricardo Vicente Ullán. Los científicos no descartan ninguna hipótesis: los microorganismos que corrompen el metal en una determinada localización podrían no estar presentes en otro contexto o no ejercer los mismos efectos e incluso microorganismos antagonistas podrían compartir un mismo nicho ecológico. Por eso, el objetivo es aislar tanto a los perjudiciales como a los que potencialmente tienen propiedades anticorrosivas y producir estos últimos para el fin deseado. Una vez concluida esta fase del trabajo, el proyecto pretende elaborar un sol-gel que pueda ser aplicado sobre las superficies metálicas en forma de recubrimiento y que integre los microorganismos protectores. Estos secretan sustancias antibióticas y antifúngicas que combaten los agentes corrosivos.

Cuando se disponga del nuevo producto, el proyecto aún no habrá finalizado, será necesario comprobar su efectividad en los diferentes climas europeos y en estructuras de ingeniería civil como viaductos, conducciones de aguas residuales y sanitarias, oleoductos, instalaciones portuarias, aeropuertos o ferrocarriles. Será una fase de demostración que, si transcurre tal y como esperan los científicos, sería la antesala de la explotación comercial del producto.

Para completar todo este ciclo de investigación, los integrantes del consorcio disponen de tres años y medio de trabajo por delante, puesto que el proyecto BIOCORIN tiene previsto concluir en agosto de 2015. De los cuatro millones de euros con los que está dotado este proyecto del área Eco-Innovation del VII Programa Marco, casi medio millón corresponde a INBIOTEC, lo que da idea de la importancia de esta iniciativa que pretende lograr un producto que en principio podría ser más caro que las pinturas convencionales pero que a largo plazo puede ahorrar millones de euros.

(Fotografía: Miembros del grupo de trabajo del proyecto. De izquierda a derecha: Rosma Pérez Redondo, Carlos García-Estrada, Carlos Barreiro Méndez, Silvia Albillos García y Ricardo Vicente Ullán).